ESMORZAR DE CAMPIONS
(1973)

Kurt Vonnegut

Editorial:
Males Herbes
(2022)

Collección:
Distorsions

Núm: 95

Páginas: 330

Traductora:
Irma Triginé

Ilustrador:
Toni Benages

La ventaja de haber leído previamente dos novelas de Kurt Vonnegut es que ya sabes de qué pie calzaba a este señor de mente despierta y ánimo crítico. Y por tanto ya no te sorprende tanto descubrir ese humor sutil escondido entre una prosa aparentemente sencilla, ese deje en que no sabes si te está liando o enseñando, si te hace reflexionar o se ríe de todo y de todo el mundo. Porque esto es un libro de Kurt Vonnegut donde todo puede pasar y donde no hay nada que pueda darse por sentado.

Esmorzar de campions (Desayuno de campeones) es una novela crítica pero bajo la fisonomía de un texto relajado y que parece languidecer a través de capítulos y dibujos realizados por el propio autor. Nos describe una historia en la que dos personajes que no se conocen están destinados a encontrarse. Y esto es así porque el autor así lo quiere. Y es que Vonnegut también aparece en el libro, también participa de forma indirecta (o plenamente consciente según se mire) en los hechos que llevarán a Kilgore Trout a atravesar medio país para asistir a un evento cultural. Y a Dwayne Hoover a volverse loco mientras también asiste a esta convención artística.

Kilgore Trout es un escritor fracasado de ciencia ficción —juraría que no es la primera vez que Vonnegut utiliza esta peculiar profesión en sus obras y no sé hasta qué punto es una autoparodía referencial—. Dwayne Hoover, en cambio es un hombre de éxito que vende coches y posee un gran concesionario. Nada les une y no tienen rasgos en común pero éste es un libro sobre la América profunda, sobre su gente y también es una historia que se regaló a sí mismo Kurt Vonnegut por su quincuagésimo aniversario. Quizá por eso aparece como espectador pero también como manipulador último de la historia que escribe.

Esto significa que incluso Esmorzar de campions es algo más especial que otras obras de trasfondo humorístico y crítico que ha publicado el autor. Mirad, sino, Galápagos o Matadero 5. Me ha dado la impresión de que es una obra más personal donde el autor se suelta más que nunca. Observaréis desde el principio su estilo directo, socarrón, sutil y extrañamente estimulante donde el autor nos habla a nosotros, unos lectores que no conoce, de manera omnisciente y algo condescendiente —es normal, él ha creado todo aquel universo y nos está explicando lo que quiere y de la forma que quiere—. Como decía, pues, Vonnegut conversa con nosotros y nos narra una historia trivial y a priori poco interesante, donde a menudo se va por las ramas, que frecuentemente dirige hacia personajes secundarios sin que entendamos su interés por presentárnoslos. Pero le aplica un tono de proximidad, de confidencia. Nos sentimos cerca del autor porque nos habla y nos dice cosas que nadie sabe, sólo él. Es como un amigo que nos llama por teléfono y nos describe los chismes del barrio.

Y entre capítulo y capítulo, nos coloca breves descripciones de su entorno, de esos comienzos de los setenta pero también de las décadas anteriores. Entrevemos una crítica a la sociedad americana, a sus excesos, al racismo intrínseco, el consumismo masivo, la contaminación... a toda una sociedad abocada a la autodestrucción.

(...) “Parece como si el único trabajo que puede encontrar un estadounidense sea el de suicidarse de una u otra forma”

Vonnegut aplica especialmente al personaje de Trout un tono fatalista, o de lo contrario realista, según se mire. Su pesimismo es contagioso. Su talante sobre la religión y el destino es visceralmente anodino pero también pegajoso. Para Trout todo está escrito y Dios, por ejemplo, no es ecológico. Lo que debe pasar, pasará, no hace falta romperse la cabeza.

(...) “Pero su jefe ya no albergaba ideas de cómo podrían ser y cómo deberían ser las cosas en el planeta, contrariamente a cómo eran en realidad. Ahora pensaba que la Tierra sólo podía ser de una manera: de la que era.”

Es un tono, un estilo, como podéis ver, escrito con una sencillez desconcertante. Esmorzar de campions es, pues, una novela metaliteraria, crítica pero también absurda de planteamiento y ejecución. Vonnegut no era tonto, era un escritor con las ideas claras. Y aquí apuesta una vez más por reírse de la estupidez humana a través de historias mínimas de multitud de personajes anónimos donde también da fe de su vida y del país en el que vive. Una novela que no deja de repasar de forma fulminante todos los aspectos menos agradables de aquella nación que se mira a sí misma pero que es un pozo de incoherencias e injusticias.

Por el lado más negativo podría hablar de la trama... inconexa y poco gratificante en general. Sí que es cierto que las expectativas que se crean al principio sobre el encuentro final de ambos personajes son demasiado altas y al final... tampoco las hay por tanto. De hecho, tal vez te sientes decepcionado incluso. Pero entonces miras atrás y te das cuenta de que este libro no iba sobre un escritor fracasado llamado Trout o sobre un ambivalente comercial que lleva una vida fructífera pero lamentable. No. Esta novela trata sobre la gente, las personas, sobre todo el mundo.

Kurt Vonnegut dice que todas las personas del universo tienen la misma importancia. Quizá por eso salta de un personaje a otro, agarrándose a su sombra, como queriendo contarlo todo, divagando y rompiendo el ritmo de la novela. Quizá por eso la podemos ver como una novela muy humana en la que los protagonistas no lo son tanto y donde todo lo demás también forman parte de la vida de cada día.

“Yo pienso que el final más adecuado para cualquier historia sobre una persona, teniendo en cuenta que ahora la vida es un polímero en la que la Tierra está muy bien envuelta, debería ser esa misma abreviación, que ahora escribo bien porque me da la gana:

ETC

Eloi Puig